Desde tiempos inmemoriales, los lugareños que vivían cerca del Monte Pilatus han creido que el lago situado en sus faldas tenía la culpa de las terribles tormentas en la zona. Se trataba de situaciones meteorológicas absolutamente devastadoras.

 

La gente temía al fantasma de Poncio Pilato, que supuestamente había sido hundido en sus aguas. Según cuenta la leyenda, Tiberio César, emperador de Roma en el Siglo I, mantuvo a Poncio Pilato encadenado como castigo por condenar a Jesucristo, después de lo cual Pilato se suicidó.

 

Al parecer, su cuerpo fue arrojado primero al Tíber, pero el río se rebeló contra él con grandes inundaciones y lo sacó de su cauce. Entonces se decidió alejar su cuerpo de Roma, y fue arrojado en el Ródano pero el fantasma volvió a importunar una vez más y también fue expulsado.

 

Así pues, se decidió hundir el cuerpo sin vida de Pilato en un pequeño lago remoto del Oberalp, en el Frakmünt, que significa Montaña Partida, y que a partir de entonces pasó a denominarse Monte Pilatus.

 

Finaliza la leyenda indicando que cada Viernes Santo se producen tormentas devastadoras en esta zona, al levantarse de entre las aguas el alma de Poncio Pilato para lavarse nuevamente la sangre de Cristo de entre sus manos.